Por Sebastián Arana
Fue el más sufrido y el más festejado. Por lo que significó la
calidad de la oposición de Obras. Por lo que sufrió todo el año con un
rosario de infortunios, que empezó nada menos que con la afección
cardíaca que obligó a Tato Rodríguez a colgar las zapatillas.
Pero lo hizo. Como lo prometió Leo Gutiérrez aquí mismo hace tres
años. El club de barrio, el club de locos, liderado por el gran cordobés
y con la sabia dirección desde el banco de Sergio Hernández, el club
que hace diez años se levantó casi del nicho, logró lo que nadie en la
historia de la Liga Nacional de básquetbol. Lo que no pudo Atenas. Lo
que no pudieron Milanesio y Campana. Y otros tantos grandes equipos y
jugadores. ¡Peñarol tricampeón!
El equipo marplatense, en una actuación de menor a mayor, se impuso
75- 56 a Obras derrochando defensa y coraje para revertir un cotejo que
había empezado muy torcido. Pero lo encarriló de guapo. Y lo definió con
la fulgurante aparición de David Jackson en el cuarto final cuando,
para uno y otro, era imperioso lograr una vía de gol confiable.
Es difícil de describir el tono de angustia con el que se jugó el
primer tiempo. Porque, de movida, todo le salió mal a Peñarol. Obras lo
volvió a nublar con una defensa impecable y cambiante. Porque salió
individual, pero muchas veces cambió a zona. Y así se sintió muy cómodo
porque el equipo marplatense, nervioso, apurado, impreciso, lo falló
casi todo de tres puntos.
El primer y único triple ?milrayitas? del cuarto inicial lo anotó
David Jackson a falta de 2?30? para el cierre. Fueron 1/10 triples y 1/7
dobles los increíbles registros de cancha para los de Sergio Hernández
en ese cuarto de arranque.
Del otro costado de la cancha, el defensivo, la ecuación tampoco lo
favorecía. Si bien le fue bien en casi todos los emparejamientos, el
único que se le salió de cauce lo destrozó. Y esta vez el verdugo fue
Juan Gutiérrez, que anotó casi a placer sobre Leiva y también sobre Leo
Gutiérrez. De cerca y también de lejos. Al influjo de su pivote estelar,
los de Julio Lamas dominaron ampliamente ese cuarto inicial, que
ganaron 21-10, mientras los gestos de desesperación del público en las
tribunas dejaban clarísimo quien tenía las riendas.
Lo único bueno para Peñarol en ese primer segmento fue la
acumulación de faltas de Osimani y Fells, quienes debieron salir con
tres cada uno.
No cambió mucho el panorama en el segundo. Porque, como en el cotejo
del lunes, Obras encontró espléndidas respuestas individuales con los
ingresos de Konsztadt y Espinoza, quienes sumaron nuevos problemas para
Peñarol.
A falta de 6?30? para el final del parcial, los de Buenos Aires
ganaban 28-12 y nadie podía creer como el aro de Obras rechazaba una y
otra vez todos los intentos de tres puntos del equipo local.
Entonces, Sergio Hernández gastó su segundo minuto del primer tiempo
y el equipo comenzó a ofrecer signos vitales. Primero, con la defensa,
que se benefició del prolongado descanso de Juan Gutiérrez.
Después, el ingreso de Safar, siempre decidido para intentar, fue
una inyección de confianza. Pero el espaldarazo final a Peñarol lo dio
el regreso al partido de Leonardo Gutiérrez, quien se hizo cargo del mal
momento y anotó en una ráfaga nueve de sus once puntos del primer
tiempo, con dos triples, para que el equipo local termine solo 31-33
abajo.
Al cabo, tan corta brecha, y la creciente acumulación de faltas del
rival (Mázzaro y Field también llegaron a la tercera) terminaron siendo
grandes noticias para Peñarol a la hora de descansar.
El arranque del segundo tiempo fue otra historia. El equipo
marplatense, decidido a defender cada balón como si fuera el último, lo
tuvo a Obras cuatro minutos sin convertir. Adelante, si bien nunca
ejecutó con comodidad, tuvo porcentajes de tiro más normales. Y así, por
primera vez en toda la noche, pasó al frente y llegó a ir ganando 42-
37 a falta de cuatro minutos.
A esa altura el partido era una guerra de nervios. Los propios de
Peñarol, por la obligación que imponía su propio público. También los de
Obras, que comenzaba a sufrir la gran ventaja despilfarrada.
En ese contexto, con los dos incómodos, jugando contra natura,
Peñarol, con Mata más decidido a tirar y a atacar el aro, cerró un poco
mejor el tercer parcial y se fue al último descanso corto al frente por
48-42. Sí, leyó bien, Obras anotó nada más que nueve puntos en ese
tramo. Pero el equipo local ya había perdido por cinco personales a
Reinick y lo tenía con cuatro a Leiva.
Así como Juan Gutiérrez rompió con los esquemas en el primer cuarto,
David Jackson lo hizo en el comienzo del último. Con la confianza
renovada, el estadounidense que llegó a tomarse un desquite de la final
perdida con Atenas hace tres años lastimó seguido con penetraciones y
tiro abierto y le dio a todo su equipo el desahogo de una vía de gol
confiable como no había tenido en todo el partido. Con once puntos del
moreno en una ráfaga electrizante y un triple de Campazzo, el equipo
local se puso 62-45 arriba a falta de seis minutos y medio.
Esta serie se caracterizó por los vuelcos rotundos, por las rachas,
por las idas y vueltas. Pero Obras, ya estaba herido de muerte por la
vitalidad defensiva de Peñarol, que negó permanentemente la entrada en
juego de Juan Gutiérrez. Y esa crisis de confianza en la que cayó el
equipo de Lamas hasta afectó su solidez defensiva.
El temido vuelco, en definitiva, no se produjo. Y el equipo
marplatense terminó dominando como nunca lo había hecho en la serie. A
lo guapo. A lo tricampeón.
Fuente: Diario La Capital MDQ
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